La mayoría de nosotros sobrevaloramos nuestra propia opinión sobre la vida y problemas de las otras personas.
Ya sea como una malentendida generosidad o por pura verborrea como le dicen, la verdad es que muchas, muchas veces no son opiniones ni “soluciones” lo que nuestros seres queridos necesitan.
Si, cuando escuchemos a alguien contarnos una situación difícil o disyuntiva por la que está pasando, nos ponemos las pilas y nos ceñimos a escucharle y hacerle sentir escuchado, no estaremos subestimando a los demás ni a su sabiduría interna y sí estaremos contribuyendo a tener relaciones más armoniosas y nutricias.
Esto es algo que practicamos en nuestros Círculos de Mujeres, donde la invitación cada vez es a dejar la charla meramente social para allá afuera y declarar entre todas ese espacio como sagrado, es decir, de profunda conexión.
Siendo conscientes de que hablamos e interpretamos lo que oímos desde nuestra propia visión y experiencias, nada más y nada menos, nos abstenemos de aconsejar, contradecir o corregir a aquellas entre nosotras que desean hacer uso de la palabra.
Por esto también cada una habla en primera persona, sobre sí misma, sus experiencias, su vida y reflexiones.
La verdad es que es una belleza, porque además desde el incio intencionamos que todo lo vertido ahí, lo sentido, escuchado y pensado sea para el mayor bien nuestro y de todas nuestras relaciones.
Martha Constanza García
22 de abril de 2019
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