Hace unos días que ando así, no sé, un poco rara.
Despierto agradecida, respiro agradecida, bueno que hasta me incomodo o encabrono agradeciendo.
Y entonces mis nubes grises pasan más rápido, el aroma del café baila acariciando mis poros y un suave contento del corazón se mece adentro mío, susurrando paz.
Y agradezco -me, -te, -le, -nos, -les. En presente, futuro, pretérito, copretérito y pluscuamperfecto.
Y pasa últimamente también que puedo ser la que está en struggle, esa que no sabe qué otra cosa hacer, o ésto (sic) por qué pasa. Soy a la que le duele. La que por segundos arde en rabia.
Puedo ser también la que intenta salir de ahí, busca “causar” un determinado efecto, buscando incesantemente la razón y solución práctica y lógica.
Soy también otra, aquella que anhela expandirse en un creencia o sentir trascendental: “tranquila, todo está bien”, “todo pasa por algo”, “no te escapes al futuro, mantente aquí”, “siente lo que sientes”.
Y también me reconozco en otra. Más allá. Alguien quien sin necesidad de control ni sentido de urgencia ni de separación, de todo es testigo. Está ahí y en presencia, inmutable, sólo observa.
Desde ahí, desde el lugar donde todas en mí convergen, te saludo y agradezco por tu tiempo y tu lectura.
Martha Constanza García
24 de junio de 2018
©copyright
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS, GRACIAS POR COMPARTIR ESTE TEXTO RESPETANDO LA AUTORÍA
Imagen: Pixabay