Ahí estás, en medio de todo y de todos… y tú, casi sin notarlo, sin saberlo.
Tu inocencia te protege de las voces de la mente y de los miedos de la gente.
Sólo sigues esa fuerza en tu interior que te guía y te empuja como el viento a un velero.
A ese algo no lo llamo “voz”, pues a tu tierna edad no ha de estar constituído por palabras.
¿Qué es entonces? ¿Qué te guía hacia aquello que te atrae, aquello que,
si el ambiente se desarmoniza, te lleva a buscar los brazos que te dan seguridad?
Corriendo, riendo, bailando a la par de los demás y al mismo tiempo
cantando y fantasiando, creando y soñando en tu propio mundo.
Es hermoso verte, experimentarte, conocerte.
Amarte.
Martha Constanza García
13 de marzo de 2017
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